Descubre el mundo olfativo canino, una visión completa sobre el recientemente publicado estudio en Journal of Biophotonics que explora cómo experimentan los perros sus percepciones olfativas
En un mundo donde nuestra percepción se sustenta en la vista, los perros nos invitan a adentrarnos en una realidad olfativa infinitamente más rica y compleja. Nosotros, como amantes de la etología canina, hemos seguido con atención los avances que revelan no solo la asombrosa sensibilidad de su nariz, sino también el universo emocional que subyace a cada inspiración.
Recientemente, un equipo de la revista Journal of Biophotonics ha publicado un estudio pionero sobre el mundo olfativo canino, en le que mediante luz láser e inteligencia artificial, descifra cómo responde el cerebro del perro ante distintos olores. Sus hallazgos no solo validan la conexión entre olfato y emoción, sino que también abren la puerta a innovaciones en adiestramiento, detección y bienestar animal.
En este artículo exploraremos los mecanismos neuronales que permiten a los canes “sentir” al olfatear, las implicaciones prácticas de estos descubrimientos y las aplicaciones futuras que podrían transformar nuestra relación con estos fieles compañeros.
El mundo olfativo canino, como herramienta de conocimiento
Desde hace más de 30.000 años, nuestra especie y los perros han forjado una relación simbiótica: ellos nos protegían en la caza y la vigilancia, y nosotros les brindábamos refugio y alimento. En ese recorrido evolutivo, sus capacidades olfativas se han consolidado como su principal ventana al mundo.
Mientras que el ser humano recurre principalmente a la vista, con aproximadamente 5 millones de receptores fotosensibles en la retina, el perro dispone de más de 10 millones de receptores olfativos en su epitelio nasal, casi el doble que nosotros. Su umbral de detección de sustancias es 10.000 veces más sensible que el humano, pudiendo identificar concentraciones tan ínfimas como 0,01 microlitros de gasolina, equivalentes a una gota disuelta en una piscina olímpica.
El olfato no es sólo una forma de interacción, es una forma de percepción primaria en los perros, señalan los investigadores como Ilana Propp. Si quieres ahondar en el sistema olfativo del perro te animo a leer nuestro artículo «El órgano vomeronasal y el sistema límbico en la conducta de los perros».
El estudio de la Journal of Biophotonics: metodología pionera
Objetivos y justificación
A pesar de conocer la extraordinaria sensibilidad de su nariz, sabemos muy poco acerca de cómo interpretan emocionalmente esos estímulos. ¿Qué “sienten” realmente los perros al oler un aroma familiar o peligroso? La investigación de Ilana Propp y colaboradores intenta desentrañar las respuestas cerebrales asociadas a diferentes olores, con el fin de vincular aspectos sensoriales y emocionales.
Diseño experimental
El estudio empleó un protocolo minucioso, garantizando en todo momento el bienestar de los animales. Se seleccionaron cuatro perros de distintas razas, previamente entrenados para mantenerse relajados y con vendaje ocular, de modo que el olfato constituyera el único canal sensorial activo. Como estímulos, se utilizaron alcohol, marihuana, mentol y ajo, abarcando así un rango que va desde lo familiar hasta lo potencialmente repugnante.
Para evaluar la respuesta cerebral, se centró la atención en tres regiones clave:
- Amígdala, encargada del procesamiento emocional.
- Bulbo olfatorio, responsable de la detección y discriminación de olores.
- Hipocampo, vinculado a la memoria y la formación de asociaciones.
La tecnología aplicada combinó un láser verde infrarrojo, que generaba patrones de interferencia según la actividad neuronal, con una cámara de alta resolución capaz de capturar un “mapa moteado” característico de cada región y estímulo. Finalmente, un sistema de inteligencia artificial analizó y clasificó estos patrones, distinguiendo con alta precisión las respuestas del cerebro canino ante cada aroma.
- Sujetos: 4 perros de diversas razas, entrenados para permanecer relajados y vendados durante el experimento.
- Estímulos Olfativos: alcohol, marihuana, mentol y ajo.
- Regiones Cerebrales Monitorizadas:
- Amígdala (procesamiento emocional)
- Bulbo olfatorio (detección sensorial)
- Hipocampo (memoria y asociación)
- Tecnología Aplicada:
- Láser verde infrarrojo proyectado sobre el cráneo, generando patrones de interferencia según la densidad y actividad neuronal.
- Cámara de alta resolución para capturar la luz reflejada, creando un “mapa moteado” característico.
- Inteligencia Artificial para clasificar dichos patrones y distinguir las respuestas a cada olor.
Este enfoque elimina la necesidad de inmovilización forzada y costosos equipos de resonancia magnética, facilitando estudios más naturales y versátiles.

En el esquema (b) se muestran los elementos del montaje: láser verde, cámara digital, fuente de olor y ordenador. Las regiones cerebrales analizadas, el bulbo olfatorio, el hipocampo y la amígdala, aparecen resaltadas; estas dos últimas están presentes en ambos hemisferios del cerebro del perro.
Journal of Biophotonics
Principales resultados Principales, el cerebro canino en acción
Antes de adentrarnos en los detalles de cada región cerebral, conviene subrayar que el experimento reveló tres ejes fundamentales en la respuesta olfativa canina: emoción, sensibilidad y memoria. A través de la combinación de láser, captura de patrones y algoritmos de inteligencia artificial, los investigadores pudieron cuantificar cómo distintas áreas del cerebro del perro se activan de manera diferenciada según el aroma. A continuación, exploraremos cada uno de estos hallazgos, empezando por la conexión emocional en la amígdala, pasando por la extraordinaria precisión del bulbo olfatorio y, finalmente, la capacidad asociativa del hipocampo.
Activación emocional en la amígdala
Uno de los hallazgos más sobresalientes fue la intensa actividad en la amígdala cuando los perros olfateaban sustancias con connotaciones emocionales fuertes, como el mentol o el ajo. Esto confirma que, en los cánidos, oler algo va acompañado de una sensación emocional, similar a cómo en los humanos un aroma puede evocar recuerdos de la infancia.
Dato clave: la amígdala canina presentó una respuesta un 35 % mayor con olores percibidos como inesperados o “novedosos”.
Precisión sensorial en el bulbo olfatorio
El bulbo olfatorio mostró un patrón de activación extremadamente fino y diferenciado para cada sustancia. La IA, tras entrenarse con miles de imágenes de interferencia, alcanzó una precisión del 92 % en la identificación del olor expuesto, lo que refleja la especificidad sensorial de esta región.
Asociación y memoria en el hipocampo
El hipocampo, responsable de formar y recuperar memorias, se activó especialmente cuando los perros olían alcohol y marihuana, sustancias potencialmente negativas asociadas en su experiencia con conductas de estrés o incomodidad. Esto sugiere que los canes no solo detectan, sino que también recuerdan y asocian emociones pasadas a determinados olores.
Implicaciones prácticas y futuras aplicaciones
Antes de describir las posibles aplicaciones de estos hallazgos, cabe destacar que el vínculo entre olfato, emoción y aprendizaje no solo amplía nuestro conocimiento teórico, sino que plantea oportunidades concretas para optimizar tanto el adiestramiento como el cuidado diario de los perros. A continuación, analizaremos cómo estos resultados pueden traducirse en mejores prácticas de entrenamiento, tecnologías portátiles de interpretación cerebral y estrategias de enriquecimiento ambiental que favorezcan el bienestar de los canes.
Adiestramiento de Perros Detectores
Entender que el estado emocional del perro influye en su rendimiento olfativo es crucial. Si un can asocia un olor con experiencias negativas, por ejemplo, un olor de medicamento vinculado a visitas al veterinario, su respuesta puede verse alterada. Por tanto, recomendamos:
- Refuerzo positivo al exponerlos a olores en ambientes controlados y placenteros.
- Diseño de programas de habituación que minimicen el estrés y maximicen la motivación.
Tecnología portátil de monitoreo cerebral
La técnica láser–IA abre la puerta a dispositivos portátiles capaces de “traducir” en tiempo real la actividad cerebral canina. Imagine collares inteligentes que, al detectar un olor peligroso, envíen una alerta instantánea basada en la respuesta emocional detectada.
Bienestar y enriquecimiento ambiental
Los centros de rescate y refugios pueden beneficiarse al crear rutas olfativas que estimulen positivamente a los perros, mejorando su calidad de vida y reduciendo conductas estereotipadas. Además, terapias basadas en aromas pueden fortalecer el vínculo con el cuidador.
5. Conclusiones y Perspectivas
Antes de resumir los hallazgos y vislumbrar el camino por delante, es importante reconocer que este estudio no solo refrenda la potencia olfativa de los perros, sino que revela la dimensión emocional que acompaña cada inspiración. Al integrar datos sensoriales, respuestas afectivas y aplicaciones tecnológicas, se sientan las bases para una comprensión más holística del mundo canino. A continuación te exponemos las conclusiones clave y trazaremos las perspectivas futuras que emergen de estos descubrimientos.
Más allá del olfato, un mundo emocional
El estudio liderado por Ilana Propp ofrece una perspectiva revolucionaria sobre la experiencia olfativa canina: no se trata únicamente de detectar compuestos químicos, sino de vivir una experiencia emocional completa. Cuando un perro inhala un aroma, se activa simultáneamente:
- Respuestas sensoriales que permiten discriminar la identidad y concentración de la sustancia.
- Procesos emocionales que colorean esa percepción con matices de curiosidad, agrado, alerta o incluso ansiedad.
Este hallazgo trasciende la visión tradicional de los receptores olfativos como meros sensores de olor. En la amígdala, el centro de las emociones, se registra un incremento de hasta un 35 % en la actividad neuronal ante olores “novedosos” o intensos, como el ajo o el mentol. Dicho aumento no solo traduce un proceso de reconocimiento sensorial, sino la asignación de un valor afectivo a cada estímulo.
Además, el vínculo entre olor y emoción explica por qué ciertos olores pueden desencadenar comportamientos específicos: un aroma asociado a experiencias positivas, por ejemplo, la comida de la casa, puede generar conductas de acercamiento y bienestar, mientras que uno vinculado a situaciones estresantes, como el olor a medicamentos en la clínica veterinaria, puede provocar evasión o señales de ansiedad. Esta dualidad sensorial-afectiva convierte cada inhalación en un acto de memorizar, evaluar y reaccionar, tal como sucede en el hipocampo, donde se guardan las asociaciones aprendidas.
Por tanto, comprender que “oler es sentir” en los perros no solo amplía el conocimiento científico de la neurobiología animal, sino que invita a reconfigurar nuestros métodos de interacción, adiestramiento y cuidado, alineándolos con la naturaleza emocional de la experiencia olfativa canina.
Hacia una comprensión integral
El estudio también marca un antes y un después en la neurociencia canina al demostrar la viabilidad de monitorear la actividad cerebral sin recurrir a métodos invasivos ni a costosos escáneres de resonancia magnética.
- Científicamente, esta metodología basada en interferometría láser y análisis por IA abre nuevas líneas de investigación que permitirán explorar otros aspectos de la cognición canina, como la toma de decisiones, la percepción social o incluso la resolución de problemas. Al evitar la inmovilización forzada de los animales, los investigadores podrán diseñar estudios más naturales, capturando respuestas cerebrales durante interacciones cotidianas o situaciones de aprendizaje en entornos reales.
- Prácticamente, los hallazgos proporcionan un marco de referencia para optimizar el adiestramiento y la selección de perros de trabajo. Conocer la carga emocional que un olor conlleva ayuda a diseñar protocolos de refuerzo positivo más eficaces y a anticipar posibles sesgos en la detección (por ejemplo, tender a evitar olores asociados a experiencias negativas). En el ámbito de la salud, comprender las asociaciones emocionales también podría mejorar la identificación temprana de perros de alerta médica, cuyos comportamientos dependen tanto de la detección olfativa como de un estado anímico estable.
- Tecnológicamente, estos avances proyectan el desarrollo de dispositivos portátiles, como collares dotados de láseres de baja potencia e IA embebida, capaces de interpretar en tiempo real la respuesta cerebral del perro a estímulos olfativos. Tal tecnología podría integrarse en aplicaciones de seguridad (detección de sustancias peligrosas), de conservación medioambiental (monitoreo de especies invasoras) e incluso en programas de terapia asistida, donde se valoraría el bienestar emocional del animal durante las sesiones.
En conjunto, la confluencia de ciencia, práctica y tecnología describe un panorama promisorio: avanzar hacia una comprensión holística del perro que reconozca la íntima relación entre sus sentidos, sus emociones y su conducta, y que aproveche esa sinergia para fortalecer nuestra colaboración con estos valiosos compañeros.
“El verdadero desafío no es solo enseñarles a oler, sino comprender qué sienten al hacerlo.”
Con estos hallazgos, nos adentramos en el mundo invisible de los olores desde la perspectiva de nuestros compañeros de cuatro patas, sentando los fundamentos para una relación más profunda y respetuosa con ellos.